martes, 18 de enero de 2011

GASTRONOMÍA

Cada quince días (incluso más) en la página GASTRONOMÍA aparecerán recetas, trucos de cocina y comentarios sobre restaurantes.Todos los contenidos de esta página son obra de Laura. Si queréis dejarle algún comentario podéis hacerlo en el siguiente enlace: COMENTARIOS

viernes, 14 de enero de 2011

RELATOS COMPARTIDOS

PARTICIPA


Escoge uno de los siguientes títulos, pulsa y continúa la historia:

MALDITA LLUVIA

LOS LAZOS INVISIBLES DEL AMOR
 
CRÓNICA DE UN HALLAZGO



MALDITA LLUVIA
Maldita lluvia la que esta cayendo. Tengo que cruzar la calle entre los coches atascados. El agua chorrea a cada lado de mis mejillas. ¿Dónde queda el maquillaje especial para este momento? El tiempo apremia. Me esperan al otro lado y de ello depende mi vida. Lo que no imaginan es (Coque) que vaya a ser capaz de pronunciar la palabra esa que, desde siempre, censuraron de mi vocabulario y que hoy, después de meses de entrenamiento sola en mi habitación, tengo que poder estampar en sus caras de idiotas.
   Estoy calada hasta los huesos, pero apenas si soy consciente de ello y, una vez más, repito mentalmente los pasos que tendré que seguir si quiero vencer, de una vez para todas, al enemigo… porque, eso son mis tres hermanos, son: El Enemigo.
   Ya estoy frente a ellos. Me miran. Debajo de sus anchos paraguas veo que sonríen.
   —¡Vaya mojadura! Ya sabremos qué comprarte para tu cumpleaños —dice José, el mayor de los tres; pero nadie le ríe la gracia.
   —Llevamos esperándote un cuarto de hora y tengo mucha prisa, tendremos que solucionar lo de mamá aquí y rápido; lo de tomar algo juntos y hablar con tranquilidad del asunto se ha ido al garete y eso, por tu culpa —sentencia mi hermana Dolores, ejecutiva y cuatro años mayor que yo— por otra parte, no veo que haya tanto de qué hablar; sí, mamá está cada vez más… como diría yo, más… «perdida», pero ¿por qué cambiar nada a lo que hasta ahora ha funcionado de maravilla?; yo voto para que mamá siga al cuidado de…
   Pero, antes de que pueda terminar su frase, me yergo como una planta estragada bajo las primeras lluvias, clavo la mirada en la de esos tres buitres que engulleron mi vida, tenso mis cuerdas vocales como se hace con las cuerdas de los tendederos de los patios interiores, envío mi lengua al asalto del paladar y, por primera vez en cuarenta años digo muy alto:
   —No.
   Después de unos segundos de auténtico estupor, la ejecutiva se atreve a emitir un suave:
   —Pero mujer, si a tí que más te…
   —No, no y mil veces no, vuelvo a decir en un tono de voz cada vez más firme.
   —Vale, pero calla, que estás llamando la atención —me señala avergonzado mi tercer hermano, dos años más joven que yo; nunca fue muy hablador y esas historias de «madres a las que cuidar» nunca fueron con él.
   Ha dejado de llover, pero ninguno de los tres se ha dado cuenta… siguen mirándome como si acabasen de descubrir que tienen una hermana, una hermana de cuarenta años y de nombre Rosalía; debajo de sus enormes paraguas de prestigiosas marcas se parecen a esos «hombres sándwiches» de hace años.
   —Ya no llueve —les señalo— y creo que va a salir el sol.
   —Maldita lluvia, maldito sol, maldito todo… murmura Dolores. (Dominique)
   Ya soy otra. Mi NO rotundo ha cambiado cuarenta años de dictadura. Ya puedo ir con la cabeza bien alta por la calle. Los tres me miran mudos, estupefactos, diría. Hace tiempo que les perdí el respeto. Lo de cuidar de mamá a golpe de cartera lo hacen por hipocresía, por el que dirán aunque nunca lo admitirían. Todo lo que no tenga que ver con sus ambiciones les da lo mismo. De dónde habré salido yo, me pregunto, no parecemos familia. (Cristina)


LOS LAZOS INVISIBLES DEL AMOR
Si pudieras contestarme te preguntaría si recuerdas la primera vez que estuvimos aquí los dos juntos. Era nuestra primera cita clandestina, porque nadie sabía que nos queríamos. Tu llegaste antes y aquí en este banco sentada me estabas esperando mirando entre las palmeras y movías la cabeza de un lado a otro, pero yo llegué después y por detrás de ti y como ahora te puse la mano en el hombro y al sentir la ligera presión de mis dedos, sobresaltada te volviste y (Coque) en cuanto me viste, tus labios formaron una sonrisa. (Miguel) Aquella sonrisa inció el camino que juntos hemos recorrido hasta aqui. ¿Recuerdas? A partir de ahora serán mis recuerdos los que sustentarán el camino que tenemos por delante. (Coque)

Esta parte del relato está en tránsito...(Miguel)

   El silencio pareció eterno, no quería contestar pero tampoco podía hacer como si no lo hubiese escuchado. ¿Cómo se le ha ocurrido si quiera preguntármelo?
   ― No Alfredo, lo siento. Durante mucho tiempo soñé con este momento. Pero hace tanto… yo era otra persona, estaba tan enamorada… debes entender que no quiera compartir mi vida contigo. Durante el ingreso, los viajes en ambulancia y las largas sesiones de rehabilitación el amor se fue transformando en… aún no he podido entender como fuiste capaz de tirarme por las escaleras. Al principio te disculpaba, “le puse nervioso, no debí hablarle mientras veía el fútbol, siempre soy muy inoportuna” me decía. Pero ahora no, nadie tiene derecho a creerse dueño de nadie. Hoy en día sólo estoy atada a ella, a mi silla, y así quiero seguir. No debí contestarle, conocía perfectamente esa mirada. No dijo nada. Se puso en pie, de nuevo detrás de mí y empezó a moverme. El miedo me paralizó hasta las entrañas. (Raquel)
- No has debido hablarme así, ¿sabes? - la voz parecía extrañamente tranquila, monótona. Me pareció que, de alguna forma, no pegaba con esa mirada de reproche que había visto clavada en sus ojos.

La silla continuó avanzando lentamente. (Juan)

CRÓNICA DE UN HALLAZGO
   - ¡Papa! , mira lo que he encontrado ...  (Continuación de Cristina: Pulsa aquí)
   - ¡Hija, acuérdate a lo que hemos venido!... ¡no te distraigas!
   - Vale, contestaba tirando mi gran hallazgo y reemprendiendo mi labor. Me encantaban aquellos domingos de otoño cuando iba con mi padre a por setas. Al final de nuestras marchas, la cesta de mi padre estaba llena de los ejemplares más sabrosos y sanos habidos y por haber, mientras la mía contenía un universo de criaturas a mi medida (en su gran mayoría babosas, larvas y hormigas) intentando abrirse paso entre pegotes de musgos, piedrecitas, castañas, bellotas, hojas, y setas multicolores. Las setas de tipo paraguas nunca me gustaron tanto como las de tipo gnomo, siendo los jóvenes Boletus mis preferidos; si encontraba uno mi padre dejaba lo que tuviera entre manos y me decía:
   - ¿No quieres que lo haga yo?
    ¡Claro que no quería!... Y con todo el ceremonial con el que le había visto actuar en esos casos, me agachaba y abría mi navaja; mi padre seguía con la mirada cada uno de mis gestos repitiéndome una y otra vez:
    - Con cuidado… hazlo con mucho cuidado… tienes entre tus manos al rey de la setas.
   Al llegar al coche mi padre dudaba unos segundos antes de decidirse a colocar mi cesta en el maletero.
   - Mejor la llevas a tus pies, y vigilas que no haya intentos de fuga, que no me gustaría que el coche se llenara de bichos… en casa haremos la selección.
   Demasiado bien sabía lo que quería decir “selección”; casi todo iría a parar a la basura en cuanto yo me despistara. Sin embargo, dijera lo que dijera, en cuestión de colores y textura mi cosecha era la ganadora. Entre las setas rescatadas siempre había dos o tres ejemplares que cenaría en tortilla y uno que mi padre llevaría a su estudio para preparar una esporada y poder así reconocerlo en su gran libro de las setas.
    -Ven, ya lo tengo, exclamaba mi padre, se llama Armillaria mellea, mira, te puede parecer una palabra muy complicada pero mellea es por su color a miel, y mira, mira que interesante… eso que ves ahí se llaman rizomorfos y díme ¿a qué se parecen?…
   - A cordones
   - Sí, eso es, a cordones de zapatos … y…
   - ¿Se pueden comer? interrumpía yo.
   Pero mi padre seguía con su explicación y mis oidos se llenaban entonces de palabras: escamas, láminas, anillo, bulboso, hirto, membranoso, plumoso, esporas, fúngico, elíptica, decurrente, ahusado, fibriloso… que iba pronunciando con el mismo cuidado con el que se debe de cortar un Boletus. (Dominique)